Cinco claves para enfrentar las pruebas a la manera de Jesús

Uno de los momentos más difíciles en la vida de Jesús fue la noche antes de su muerte; él estaba triste y angustiado hasta la muerte (Mateo 26: 38). Si Jesús, un hombre fuerte en espíritu, emociones y pensamientos dice: «estoy triste y angustiado hasta la muerte», imaginemos cómo estaba.

Así quizás nos estemos sintiendo nosotros hoy, tristes, deprimidos, angustiados, cómo en un túnel muy oscuro y en el que no vemos ninguna salida.

Pero, de Jesús aprendemos cinco claves para enfrentar estos momentos:

1. Él permaneció orando

Mateo 26:36: «Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro».

En los momentos de dificultad o de prueba, podemos estar vulnerables a la derrota o al fracaso, porque cuando la crisis llega, comienza a hablar a nuestra mente y corazón cosas nada agradables, y si no estamos fuertes, vamos a desmayar; por ello, Jesús animó a sus discípulos para que se mantuvieran fuertes y no cayeran en tentación.

Mateo 26: 41: «Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil».

2. Se relacionó de forma cercana con el Padre

Marcos 14:36a: «Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti»…

Cuando Jesús comienza a orar lo primero que dice es: «Padre», usó la expresión en arameo: «Abba», palabra que usaban los niños para llamar a sus padres; era la expresión más tierna que un hijo podía utilizar para referirse a su papá. Esto nos habla de la relación perfecta y única entre un hijo y su papá.

En el momento más difícil, Jesús no vio a su Padre lejos, sino cerca. Lo que Jesús estaba viviendo era un momento muy duro, y oró, pero no hace cualquier oración, sino una de cercanía, de relación con su Padre. Cuando oremos, hagámoslo no solo para soltar a Dios toda nuestra necesidad, sino para relacionarnos con Él, como lo hace un hijo con su padre; y Dios, en los momentos de mayor angustia, traerá consuelo, porque eso hizo el Padre con Jesús.

3. No le ocultó nada a Dios

Mateo 26:39b: …»si es posible, pase de mí esta copa»…

En la oración contémosle todo a Dios, es decir, cómo nos sentimos, qué es lo que estamos viviendo, porque eso hizo Jesús.

4. Se mantuvo rendido de forma completa ante el Padre

Marcos 14:35a: «Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró»…

Para salvar a una persona que se está ahogando en el agua, es clave pedirle que se deje ayudar, que se mantenga en calma, porque de lo contrario se hará daño a sí misma y a la persona que le va a ayudar; es vital quedarse quieto y dejarse ayudar por el rescatista. Muchas veces en medio de las pruebas no permitimos que Dios se haga cargo, ni que se haga su voluntad, y por eso no salimos de los problemas, sino que nos introducimos más y más en ellos, por no dejarnos guiar por Dios. Jesús le dijo a su Padre: «que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22: 42).

5. Mantuvo el ánimo y disposición para cumplir su propósito a pesar del entorno, y de no haber encontrado apoyo en los suyos

Marcos 14:37-41: «Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras. Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué responderle. Vino la tercera vez, y les dijo: Dormid ya, y descansad. Basta, la hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores».

Jesús fue tres veces a buscar a sus discípulos, y las tres veces los halló durmiendo; no encontró apoyó en sus más cercanos en el momento más duro de su vida, pero no se sentó a llorar ni a lamentarse ni a quejarse, fue constante en la oración a pesar del dolor, la soledad y la indiferencia de ellos.

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